martes, 23 de octubre de 2012

La última picadura de "El Mosquito"


Tristemente ha llegado el día que muchos temíamos. Juan Carlos Ferrero acaba de jugar su último partido de tenis en el circuito ATP: a los 32 años decide colgar la raqueta.

Son muchos momentos y muchos sentimientos los que tengo en la memoria gracias a la figura de este tenista, demasiados como para ser plasmados en una simple entrada de un blog. Apenas tenía 8 años cuando Ferrero me hizo levantar del sofá y pegar un grito enorme con aquel mítico passing a Lleyton Hewitt, golpe que nos daba nuestra primera Copa Davis, golpe con el que empecé a amar este deporte y lo que significaba. Con solo 20 años había conseguido que todo un país estuviera pendiente de un televisor, había calado en personas que gracias a él comenzarían a interesarse de verdad por el tenis.

Que nos diera aquella Copa Davis tampoco fue una gran sorpresa. Ya había demostrado de lo que era capaz sobre tierra batida llegando a semifinales de Roland Garros meses antes de la final de la Davis. Lo mejor de todo es que todavía no habíamos visto la mejor versión de ese chico rubio y delgaducho.

Ese chico valenciano que tanto apuntaba confirmó todos los pronósticos que albergaba su persona. Ese chico en 2001 comenzó a demostrar que estaba destinado a formar parte de la historia de este deporte, acabando con solo 21 años en el puesto número 4 de la ATP al finalizar la temporada, y volviendo a firmar semifinales en Roland Garros.

En 2002 alcanzó su primera final de Grand Slam, en Roland Garros, donde cayó derrotado frente a Albert Costa, y pese a acabar el año unos puestos por detrás del anterior, Juan Carlos seguía quemando etapas y alcanzando esa madurez que todo tenista necesita. Esa madurez de la que hablamos se demostró en 2003.

Fue sin duda el gran año de Juan Carlos Ferrero. Tras tres años estando cerca, por fin consiguió el deseado triunfo en Roland Garros, inscribía su nombre en el palmarés de la Copa de los Mosqueteros tras vencer cómodamente a Martin Verkerk sobre la arcilla de la Philippe Chatrier. No sería su único gran momento de la temporada. Alcanzaría la final del US Open, donde fue derrotado por Andy Roddick. Cierto es que se quedó con la miel en los labios, pero esa final, esa regularidad alcanzada durante la temporada le llevaba a la cima del ránking ATP. El 8 de septiembre de 2003 era el día en que Juan Carlos Ferrero se convertía en el mejor jugador del mundo.

Al frente de la clasificación estuvo dos meses, tras los cuales el trono le sería arrebatado por parte de Andy Roddick. Y así acabó ese maravilloso año para Ferrero y para el tenis español.

Tristemente, ahí empezó el calvario de mi tenista favorito. Desde entonces las lesiones no nos han dejado disfrutar con continuidad del juego de Juan Carlos. Muchos años en los que, aunque haya sido a cuentagotas y durante momentos puntuales de las distintas temporadas, hemos visto cómo la infinita clase de este jugador valenciano maravillaba.

La mayoría de los jugadores, de haber sufrido los problemas físicos que ha tenido Ferrero, habrían renunciado mucho antes y hubieran tirado la toalla. Pero este chico ha estado toda su vida hecho de otra pasta. Ha luchado siempre por intentar volver a ese asombroso nivel de 2003, ese nivel que le llevó a ser la mejor raqueta del planeta. Cuando muchos le daban por muerto, él volvía a demostrar que si bien su físico quizá no le daba para volver a ganar grandes torneos, lo que le faltaba de físico lo suplía con una gran dosis de talento y afán de superación. Y no tenía por qué. No tenía que demostrar nada a nadie. Pero él lo seguía haciendo, él seguía callando las bocas de los que le daban por retirado.

Hoy, lo queramos o no, es un día triste para los amantes de este deporte. Nicolás Almagro, íntimo amigo de Ferrero, pone fin a la carrera profesional del jugador de Onteniente.

En tiempos de un coloso como es Rafael Nadal es complicado para quien no sigue el tenis en profundidad juzgar los enormes méritos que ha cosechado Ferrero o los que han cosechado otros tenistas como han podido ser Moyá, Corretja o en la actualidad jugadores como Ferrer, Verdasco o Almagro.

Pero la realidad es que las picaduras de "El Mosquito" le situan entre los más grandes jugadores que hayan pisado una pista de tenis, forma parte de la leyenda de este deporte.

Con un tenis completísimo, terrible adversario en cualquier superficie, deja el tenis Juan Carlos Ferrero.

La última picadura de este Mosquito es la huella imborrable que deja en todos los que le hemos visto jugar.

Juan Carlos Ferrero, gracias por todo.

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